El feminicidio de Vanessa Gaytán Ochoa volvió a poner sobre la mesa uno de los rasgos más apremiantes de las violencias: la que se ejerce contra las mujeres.
Entre el dolor y la incredulidad que esta acción violenta generó en la sociedad, el Gobernador del estado, Enrique Alfaro Ramírez, puso un tema sobre la mesa: el de la descomposición social como uno de los factores que generan estos actos repudiables.
Al calor del duelo, algunos satanizaron lo dicho por Enrique Alfaro, pero en un análisis más frío, las palabras del gobernador tienen sentido.
Más allá de lo evidente (asesinatos, robos, trata de personas, extorciones, fraudes, agresiones escolares) las violencias tienen origen en contextos específicos. Ni los ajustes de cuentas entre bandas criminales, el bullying, el acoso, el secuestro, los feminicidios o los asaltos a un banco, surgen de las políticas de ningún gobierno.
Quien piense eso, está infantilizando un problema que atraviesa todos los ámbitos de la vida social y pública. Las razones o sin razones de quien decide agredir a otro se encuentran en planos más profundos, a veces invisibles para el ojo de la autoridad, ¿qué provoca que un estudiante abuse de otro más débil? ¿qué provoca que una persona decida quitarle sus pertenencias a otra? ¿qué provoca que un hombre cometa un acto atroz contra su pareja? Estas son preguntas que requieren reflexiones de parte de todos, no solo de las autoridades.
Si hay una falla compartida en el tema de la violencia contra las mujeres es que no se ha logrado convertir este asunto en un tema de todos y eso nos lleva a un cambio cultural para erradicar de raíz paradigmas machistas. No se trata de un asunto de grupos, activistas y del gobierno a través de una secretaría, o incluso, de una política pública transversal.
Se trata de una acción más amplia, más inclusiva que abarque lo público tanto como lo privado.
Si el gobernador tuvo los arrestos para convocar a un frente para la defensa del federalismo ¿no podrá hacer lo mismo respecto la violencia contra las mujeres? ¿No podrá convocar a empresarios, sindicatos, iglesias, universidades, asociaciones de toda índole a trabajar un problema que no es exclusivo del gobierno, sino que, efectivamente parece responder a una situación de descomposición social?