El día de ayer se desarrollaron marchas de protesta contra el presidente Andrés Manuel López Obrador en once ciudades del país. Para los defensores del nuevo régimen, la jornada de protestas fue un rotundo fracaso; pero el ejercicio debe valorarse con un enfoque que trascienda más allá del número de participantes.
Si bien la capacidad de convocatoria es un primer indicador, no es el único ni es determinante. Lo primero a valorar fue el carácter ciudadano, y aunque no faltaron los políticos que aprovecharon para capitalizar el descontento social, encima de eso hay que destacar que se trató de una manifestación mayoritariamente ciudadana y espontánea.
El carácter espontáneo se reflejó en la diversidad de consignas, porque cuando se trata de manifestaciones políticas partidistas, el denominador común es la homogeneidad en el mensaje. Ayer, las proclamas iban de los defensores de la vida, los insultos sin provecho, señalamientos sobre inseguridad, sobre los problemas de economía, hasta quienes exigían la renuncia del Presidente.
El cambio de régimen está provocando la emergencia de nuevos movimientos; la calle, tradicionalmente asociada a la izquierda, comienza a ser el escenario de nuevas expresiones y nuevas demandas.
Los roles tradicionales de la protesta se están mudando de los partidos a la gente, comienzan a resurgir las clases medias, mismas que si bien no necesariamente tienen una agenda en común o una estrategia de largo aliento, se están reinventando en sus propios términos y comienzan a ocupar espacios que antes no solían aprovechar.
El marchante de ayer no es beneficiario de programas sociales, quizá no le afecte la falta de medicamentos, quizá también pueda sortear el incremento del precio de las gasolinas o no pague las consecuencias de lo que ocurra en torno a la reforma educativa. Se trata de un ciudadano que se opone a la división provocada por el Presidente; un ciudadano agraviado e insultado al que, por el solo hecho de no estar de acuerdo con el gobierno, se le ataca y encasilla como parte de la mafia del poder.
Ese ciudadano que ayer se manifestó está sembrando la semilla de algo que ni los partidos, ni el gobierno, alcanzan todavía a ver. Estamos ante el nacimiento de una forma distinta de oposición, descalificarla ahora, es no ver más allá del presente.